martes, 16 de abril de 2013

El Patrón del Silencio.

Good morning everybody, saludó el patrón desde la puerta de la casa móvil que hacia las veces de bodega y oficina. Escuchándolo, los sesenta obreros que laboraban en el proyecto de construcción, con la risa y los chascarrillos cortados a medio vuelo, se hundieron abruptamente en un silencio casi material. Faltaban diez para las siete de la mañana, hora en que después de recibidas las herramientas, materiales e instrucciones diarias, esperaban con paciencia a que se les pasara lista, antes de dar inicio a la agotadora jornada laboral de doce horas. Ni llamadas telefónicas ni el menor bisbiseo eran tolerados cuando el patrón hablaba.
La violación de la estricta norma del silencio acarreaba para los infractores, caprichosas sanciones que todos detestaban, pero también acataban sin protestas valederas.

Después de dirigirles un vistazo rápido y abarcador, su mirada azul se clavó en la libreta que traía entre manos; y con voz indisputada, picoteada sólo por el canto de los pájaros, haciendo a un lado esfuerzos lingüísticos, comenzó a llamarlos y a distorsionar sus nombres:
- Entonio number one.
-Yes -se apresuró a responder Tachuela, tan chaparro y regordete, que visto de lejos, con el maquillaje que aporta la distancia, bien podría pasar por uno de los tantos niños obesos, que en el país del consumismo y el derroche, abundan como las piedras en los ríos.
-Entonio number two.
- Yes.
-Olberto Loupes.
- Yes.
-Mararo Salvadour.
- Yes-, replicó Medardo Salvador, quien gracias a la trabada lengua del patrón, pasó a ser conocido como Marero Salvatrucha.
- Enyol-
- Yes,Sir.O'm here- en perfecto acento inglés contestó Ángel, chiapaneco puro que por maestra de idioma tenía a su propia esposa, una norteamericana de origen Cherokee.
-Gasolín.
- Three -. Fue la singular, más no por ello, inusual respuesta. Era parte de las obligaciones diarias del interpelado, responder al ser llamado de su apodo,  brindando el precio razonable del galón de gasolina.
-Said it again, please. How much the gallon today? - Isistió el patrón, desatando la risa colectiva, esta vez, libre de censura y con visos de obligación laboral. -Three twenty- repitió Caserín.
- Ok, good price! , good price man! -dijo sarcásticamente el gran jefe, cerrando el paréntesis bullanguero y reanudando los llamados.
- Calos Souza- No escuchándose respuesta alguna, lanzó de nuevo su inquisidora mirada al grupo y preguntó: where's Calos?
- He is coming Sir- se adelantó a responder Ángel, señalando el portón principal por el que a toda prisa ingresaba Carlos, conduciendo un desteñido Ford Bronco.
-Well, well, one more free lunch for me and my son today- dijo sonriente el patrón y jefe, sobándose provocativamente su estómago. Era el menor de los castigos que solía estipular en su arbitraria lista de sanciones laborales. En otros casos, el trasgresor debía elegir entre: asear los cuatro apestosos retretes móviles, tomarse el día off, trabajar el día ganando un dólar menos por hora, trabajar gratis algunas horas o el día completo, o simplemente, resignarse a perder el trabajo.
Carlos acató en silencio y hasta sonriente la sanción recibida. !Que le vamos a hacer, el que manda manda!- explicaba- en mí país, piores abusos cometillan los patrones con uno, y nada se gana con revelarse, porque ellos andan bien armados y con guard'espaldas. No digamos acá, al menor aleteo te'chan la policía y te'ntegran a la migra. Yo por eso prefiero aguantar lo que sea, antes que dejar hambreando la familia de por allá.

Concluido el pase de lista, el predio recuperaba sus variadas voces, y su aparente normalidad.
Entre el golpetear de los martillo, el chirriar de las sierras y taladros eléctricos, el ronronear de los motores y el bullicio de tantas otras herramientas, las cuadrillas de obreros se entregaban al cumplimiento de sus deberes.
De todos los rumbos emergían estridentes compases de música duranguense, desgarradoras rancheras y belicosos corridos norteños. La bachata, la salsa y el ritmo punta, en desigual batalla contra las otras cadencias, disparaban también sus ráfagas contra el acre silencio matinal de Georgia. Este, sin embargo, permanecía ileso, agazapado en algún oscuro rincón, devorando lamentos, enmarañando los sueños y esperanzas de justicia

lunes, 15 de abril de 2013

No existen parejas parejas, pero si, parejas felices.

Estamos predestinados a buscar en nuestra madurez, la compañía de alguien, no solo con fines reproductivos, sino también, para enfrentar juntos los variados retos de la vida. Llegado el momento, entablamos nuestra propia alianza, y cuando la curva del placer pasa del período explosivo al estable, a veces incluso a la rutina, empezamos también a descubrir que entre parejas, no existen ensambles perfectos. Venimos cada uno de nosotros, llenos de costumbres y conceptos muy arraigados en el ceno familiar y social en que crecimos. Poseemos además, nuestra conducta muy particular, es imposible entonces tratar de encajar a los demás con cada curva, cada gusto o deseo propio. Cuando insistimos obsesivamente en acoplar por la fuerza engranajes tan variados y complejos, acabamos naturalmente desgastandolos lentamente o rompiéndolos de forma abrupta.
Solo la comprensión y el amor desinteresado actúan lubricando y preservando la comunión de las parejas. Si somos incapaces de enteder las diferencias de los demás, nos convertimos en intolerante e insoportable compañía. Desgastamos el poco tiempo disponible en señalamientos y acusaciones que provocan reacciones cada vez más violentas y frecuentes. Si persistimos en este comportamiento, cualquier relación de pareja colapsará irremediablemente.

Sin un buen suministro de comprensión, tolerancia, respeto mutuo y un justo trato a nuestra pareja, estamos condenados a vivir muchas frustraciones y soledades innecesarias.