M. A. L. Z.
La grandeza consiste en saber sobreponerse a las faltas. Y la felicidad, en aceptar los dolores pero salvar las alegrías.
Opinar libremente, compartir poesía, cuentos y reflexiones constructivas, es el propósito de este blog .
M. A. L. Z.
La grandeza consiste en saber sobreponerse a las faltas. Y la felicidad, en aceptar los dolores pero salvar las alegrías.
M. A. L. Z.
Pudo haber sido su final, saltó y cayó directamente en el blanco. Sí, en el blanco errado, el balde repleto de pintura blanca. Afortunadamente para ella, la encontré a breves instantes de su caída. Apenas podía flotar y moverse en aquella espesa blancura líquida. Sin pensarlo dos veces la tome y la arrojé sobre la grama. No pudo dar un solo paso, quedó fija, como una pequeña escultura de yeso sobre el lecho verde. Luego, conseguí suficiente agua y le di un baño profundo. La pobre tenía pintura hasta en sus pupilas y orificios nasales. Una vez limpia, la coloque sobre unas rocas. Finalmente, le hice un provocativo amago con mi mano, y temerosa, la vi internarse entre los matorrales.
(M. A. L. Z.)
Mientras se desgrana la nube, seguirán lloviendo mis palabras.
Con su abrazo, en cardos o frutos, germinarán las semillas de cada corazón.
Guarecerse podrán las criaturas bajo el ala de un techo o despercudirse las tristezas retozando libres en la pradera.
Lloverá, lloveré;
algunas veces con arrullante suavidad, otras,
con tormentoso reclamo.
M. A. L. Z.)
Las oigo caer tozuda y rudamente.
A veces, la carne viva amortigua su impacto y ahoga su voz. Otras, el hueso reciente y responde con su calcáreo lamentó.
Crecerá el asedio, lo sé. Y saberlo me libra del dolor acentuado por la sorpresa, amargo obsequio de los traidores.
Mientras piedra a piedra, golpe a golpe continúa el conteo, seguiré adelante.
No habré de ocultar la doble diana que porto sobre mi frente y a la altura exacta de mi corazón.
Lanzad, pues, cobardes, la primera, la segunda, la tercera y la ultimadora piedra, hasta que cruja y se quiebre el mismo fiel de la balanza.
M. A. L. Z.
Borracho de ilusión,sueña el bardo con su esquinita de cielo.
Aleteando va su embeleso junto a las coloridas. parvadas.
En verdosas cumbres, proclama su imaginada hazaña y clava sobre ellas banderas de ficticias exclusividades.
Ungido de espuma y salitre, va y viene en su mutante velero de pirata celestial.
Nada escapa a su elucubrado dominio.
Las coordenadas de su reino se extienden hasta el infinito.
Mientras tanto, divorciado de lirismos y alucines,un pragmático colonizador ha llegado, y clausurados han sido los antiguos caminos y veredas.
Una imaginaria de mortíferos drones custodia cielo y mar.
Un nuevo escudo, otra bandera de nuevos colores flamea sobre la realidad expropiada.
M. A. L. Z
Olvidémonos de la tal cancioncita de la igualdad ciudadana, en Honduras hay ciudadanos de distintos tipos y calibres, cada uno, con derechos nominalmente similares, pero efectivamente diferentes. La vara de la justicia, que a la hora de juzgar a Juan Pueblo es dura, inflexible e inclemente, se vuelve algodonada y tolerante cuando del poderoso se trata.
A cada nivel del poder correspóndele su estatus, su escalón de inmunidades y privilegios. El indisputado primer lugar correspóndele, no al jefe de estado, sino más bien, a diplomáticos y agregados militares de la potencia extranjera dominante, que son en verdad, intocables ante la justicia nacional. Desde esas encumbradas alturas se desprenden otras capas de blindajes jurídicos de estilos y colores camaleonezcos.
Los poderosos, de una u otra manera se arropan con las sedosas cobijas de la justicia, lejos de la oscuras y frías bartolinas. Cuentan para ello, con fuero diplomático, fuero parlamentario, fuero presidencial, fuero militar, fuero eclesiástico... Y entre fuero y fuero, fuera de toda consideración, queda el pueblo pueblo, desamparado y desnudo ante la inclemente borrasca de legalizadas ilegalidades.