El brillo de la verdad.
(M.A.L.Z)
Si algo de notoriedad pretendes, ahórrate el esfuerzo encubridor, desecha todo lustre superficial; aviva tu fuego interior y déjalo anunciarse en el resplandor de tu mirada.
Opinar libremente, compartir poesía, cuentos y reflexiones constructivas, es el propósito de este blog .
sábado, 30 de septiembre de 2017
domingo, 24 de septiembre de 2017
Mis tatuajes.
Marco Aurelio Laínez Zelaya.
¿Tatuajes para mí? Claro que sí. No pienso renunciar a ellos, conmigo se irán a la tumba. Sin remilgos, los veré crecer y multiplicarse.
Entre líneas, tintes y marcas en relieve, extenderán sus dominios hasta colonizarme de cuerpo entero con sus gráficas y variadas historias. Hablarán algunas del esfuerzo diario, otras; contarán las dichas de tiempos mejores. Hondas pasiones, tristezas disimuladas, melancolías eternas, victorias dolorosas, sonrisas forzadas, tensiones en cascada; todo, todo estará dicho en cada trozo de mi piel.
No, no puedo renunciar a mis tatuajes, sería como perder mi voz y hundirme en el silencio eterno.
Continuaré, púes, asistiendo a la diaria cita con mi artista exclusivo, el maestro de maestros.
Será él con sus trazos perfectos, sus finas punzadas, sus sombras, sus colores; el encargado de llevar mi relato hasta el punto final.
¿Tatuajes para mí? Claro que no. En este lienzo que Dios me ha dado, solo el tiempo y sus cambiantes circunstancias patentarán sus huellas.
¿Tatuajes para mí? Claro que sí. No pienso renunciar a ellos, conmigo se irán a la tumba. Sin remilgos, los veré crecer y multiplicarse.
Entre líneas, tintes y marcas en relieve, extenderán sus dominios hasta colonizarme de cuerpo entero con sus gráficas y variadas historias. Hablarán algunas del esfuerzo diario, otras; contarán las dichas de tiempos mejores. Hondas pasiones, tristezas disimuladas, melancolías eternas, victorias dolorosas, sonrisas forzadas, tensiones en cascada; todo, todo estará dicho en cada trozo de mi piel.
No, no puedo renunciar a mis tatuajes, sería como perder mi voz y hundirme en el silencio eterno.
Continuaré, púes, asistiendo a la diaria cita con mi artista exclusivo, el maestro de maestros.
Será él con sus trazos perfectos, sus finas punzadas, sus sombras, sus colores; el encargado de llevar mi relato hasta el punto final.
¿Tatuajes para mí? Claro que no. En este lienzo que Dios me ha dado, solo el tiempo y sus cambiantes circunstancias patentarán sus huellas.
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