Marco Aurelio Laínez Zelaya.
No es mi intención abordar el tema sobre la importada costumbre de los black friday y su locura de consumismo. Suficientes razones hay para tratarlo, más sin embargo, dejaré por hoy pendiente cualquier análisis al respecto.
Adentrémonos, púes, a los Noviembres negros que nos toca vivir a los hondureños.
A decir verdad, el día a día en que vive el pueblo hondureño, está marcado con sangre, con muertes violentas, con desprotección ciudadana y un creciente accionar de bandas criminales ligadas al poder político, económico y militar, que pareciera inutil, al leer nuestra historia en desarrollo, marcar con resaltador de texto, un mes en particular. Y sin embargo, pasó a resaltarlo.
Cada cuatrienio se llevan a cabo en Honduras, las elecciones políticas para elegir al Presidente de la República, diputados al Congreso Nacional y alcaldes municipales.
A salva y a mansalva se disparan los auto postulados a los cargos sujetos a elección. Unos advenedizos, y otros, verdaderos dinosaurios, que adaptados a navegar entre las corrientes de intereses en juego, muestran en sus posaderas, delatoras marcas del ansiado asiento en que período tras período han ejercido dicha posición.
Nadie se explica ni nadie examina, como debiera hacerse, de donde proviene el río de dinero que financia las prolongadas y onerosas campañas. Por ningún ángulo que lo examinemos encontraremos una justificación medianamente lógica, al hecho que cualquier candidato participante en la contienda electoral, invierta en promoción y publicidad, muchas, muchísimas veces el equivalente a lo que en sueldos devengaría, de resultar electo. ¿A cambio de qué vendría tan aparente sacrificio? ¿Quien y con qué fin estará contribuyendo a costear su especulativo proyecto? Según algunos conocedores de éstos malabares, los grandes empresarios acostumbrados al lucro mal habido, mediante contratos públicos amañados, los evasores de impuestos, el crimen organizado, los funcionarios y ex funcionarios comprometidos hasta la coronilla con las estructuras de corrupción; son entre otros, los principales financistas de ciertos candidatos. Relatan además, los entendidos, que para evitar el riesgo de ser enjuiciados y garantizar el jugoso retorno de lo invertido, acostumbran éstos financistas, brindar apoyo a candidatos de uno y de otro partido político.
Por más ocultas e ingeniosas que sean las componendas y los juegos de manos urdidos para hacerse con el poder político, es inevitable concluir, que la suma de todos esos valores invertidos, más las altas utilidades que habrán de percibir los vencedores; recaerá finalmente, sobre las famélicas espaldas del pueblo, que según parece, por su indolente pasividad, resignada está a soportar las nuevas cargas tributarias, el mayor endeudamiento público, las eternas evasiones fiscales, el encarecimiento de precios, la menor cobertura y el desmedro en la calidad de los servicios públicos.
Durante los meses previos a Noviembres Negros y su carnaval electoral, se multiplica el manoseo de fondos públicos, se adelanta la suscripción de contratos de obras y servicios públicos, obviándose procedimientos administrativos de control interno, se contraen nuevos empréstitos, se inauguran obras poniendo tan solo el primer ladrillo, ¡y cómo de que no! Aquellos que han hecho de sus palabras mercancía y de su garganta, megáfono en renta, harán para entonces sus mejores clavos de oro.
Y no habiendo explotación sin opresión, previsora y cuantiosa será la inversión en armas y en órganos represores, para asegurar la pacífica convivencia en este vasto campo de lamentos.