martes, 25 de octubre de 2016

No solo de palabras se vive.


La cita es la siguiente:

"El poeta no es un pequeño dios. No, no es un pequeño dios. No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios. A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. Él cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la mercadería: pan, verdad, vino, sueños. Si el poeta se incorpora a esa nunca gastada lucha por consignar cada uno en manos de los otros su ración de compromiso, su dedicación y su ternura al trabajo común de cada día y de todos los hombres, el poeta tomará parte en el sudor, en el pan, en el vino, en el sueño de la humanidad entera. Sólo por ese camino inalienable de ser hombres comunes llegaremos a restituirle a la poesía el anchuroso espacio que le van recortando en cada época, que le vamos recortando en cada época nosotros mismos."

Pablo Neruda
Fragmento de su discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura.

domingo, 23 de octubre de 2016

Por los senderos del recuerdo.

A mi hijo Javier.

Hoy, mientras caminaba por el jardín, escuché pequeños pasos que me seguían.  Busqué erróneamente a mi alrededor y aparte de insectos polinizadores, no encontré a nadie más.  Después de la leve sorpresa, afinando la búsqueda, cerré los ojos, revolví un poco el rincón de los recuerdos y escuché de nuevo, esta vez fuerte y claramente, los titubeantes pasos de mi pequeño hijo.
En ese mismo acantilado del tiempo, seguimos por un rato tomados de la mano, orgullosos y alegres. De pronto, la cabalgata
se internó por el sendero de la premonición . Los caminantes no cesaron de avanzar,  ahora, en posiciones inversas; era yo el de los pasos vacilantes y eras tú,  hijo, el fortachón al que otro pequeño personaje de inseguro andar, seguía calcándote los pasos.