miércoles, 20 de mayo de 2015

Por una profilaxis patriótica

Cuando algo emana hedor, es señal inequívoca que está en proceso de putrefacción o podría tratarse  únicamente de algo peligroso para nuestra salud. 

La sóla advertencia de un olor desagradable nos impulsa a tomar medidas preventivas o de higiene: el uso de mascarillas respiratorias, la evacuación del sitio afectado, una minuciosa higienización del mismo, o desechar la fuente responsable de dichas emanaciones. 

Algunas veces, un simple apretón de nariz y un arrugón de cara basta para soportar la pestilencia pasajera, otras, ameritan exigentes medidas protectoras. 

Gracias a la facultad olfativa podemos evadir muchos peligros que acarrean amenazas para nuestra vida, o encontrar con mayor facilidad las cosas que nos resultan deseadas, benignas y saludables. Pasar por alto estas advertencias, es como conducir un vehículo irrespetando las señales de tránsito, en cualquier momento pagaremos caro nuestra osadía, o lamentaremos el desperdicio de valiosas oportunidades pasadas por alto.

Como nuestro hogar, la patria posee también sus fuentes aromáticas. Las tareas profilácticas de la casa son requeridas también para manter una patria saludable. Por lo visto, o más bien, por lo olfateado, hemos estado tan  habituados a convivir con la podredumbre que hasta la toleramos sin remilgos y en vez de botarla, la consentimos y votamos por ella cada cuatro años para que siga enrareciendo el aire que respiramos.