miércoles, 8 de febrero de 2017

Mi sostenido amor.

 (Marco Aurelio Laínez Zelaya)

De pronto,
entre el caprichoso cromatismo del Re y el Do,
dictatorial y armónica,
exquisita y seductora
Llueve  sobre mi RecuerDo
la vibrante tonalidad de tu nombre.

Gota a gota,
Nota a nota,
Voy poblando
contigo mi silencio.

Es tu nombre,
la redoblante razón de Mi canto,
arpegio mayor,
Que sonando y
Re-sonan-Do,
ensaya en Mí,
con exclusividad patentada,
sus caprichosas pausas  y bemoles.

Y  en Mi sostenido esfuerzo
Por hacerte feliz,
voy in crecendo proclamando
La refinada alegría de amarte.

martes, 7 de febrero de 2017

La Palabra Com-partida.

Agonizaba el siglo XX, cuando junto a mi hermano Alexis Arnoldo Lainez Zelaya, publicamos a dúo (dos libros en uno), un poemario.

Materializar un simple y pequeño libro, como el arriba indicado, significó para mí un batallar conmigo mismo, y eso abarca muchos aspectos, desde el plano estrictamente creativo hasta el tiraje y financiamiento del mismo.

 Formidable y en cierta forma indispensable fue la desinteresada cooperación que nos brindó el doctor en literatura Arturo Alvarado (Que en paz descanse). No sólo prologó la obra, sino que además, nos compartió su criterio especializado para justificar la publicación o no de borradores iniciales de los poemas.  La espontánea apertura con que nos trató el doctor Alvarado,  nos hizo suponer que igual recepción podríamos obtener de otros destacados literatos e intelectuales nacionales.  Así que, previo a la publicación de la obra, acudí a uno de estos personajes- para más señas, sampedrano-, para invitarlo a que nos escribiera un comentario sobre el libro. Ni él ni otro de sus colegas quisieron comprometer su prestigio profesional opinando en público en torno a tan insignificante obra.

Salvados todos los tropiezos, el libro salió a luz pública a mediados de 1999. Desde luego, para que la nueva criatura, además de impreso escalara la categoría de publicado, era menester presentarlo a la sociedad.  Los salones de Paradiso, en Tegucigalpa se nos abrieron para tal fin. Se hicieron presente algunos de nuestros familiares cercanos,  alguno que otro curioso y un puñado de intelectuales que no supe distinguir.  El programa fue escueto y después de la rutinaria lectura de ciertos poemas vinieron comentarios y preguntas. Ciertas palabras vertidas sonaron en mis oídos más que  estímulos a compasión. Cómo olvidar el comentario y pregunta a la vez, que externara unos de los presentes: ¿no les parece que el título del libro es demasiado ostentoso? Pasó con este intelectual, lo que con muchos otros analistas,  las cosas son directas y sencillas, pero sus propias dudas les obligan a dar vueltas y vueltas y se desentienden, así,   de la realidad,  buscando a un ciempiés donde hay un gran gato de tan solo cuatro patas. Hasta un escolar de primaria podía entender el porqué de La Palabra Com-partida: las pocas y rebuscadas palabras contenidas en el libro fueron compartidas por dos hermanos, aficionados a la poesía, en tiempos tan modernos del email y el .com

Pero, olvidaba decir, que el motivo de todo este comentario es para agradecer la fineza que tuvo uno de los primeros lectores de La Palabra  Com-partida,  el nuevo amigo,  Héctor Ortíz, que a través de las redes sociales nos contactó para manifestarnos el agrado con que leyó el libro, y que estaría interesado en adquirirlo de nuevo. Y como en mi haber no tengo más que un ejemplar, que por ningún punto puedo regalar ni vender, he decidido mandarle una fotografía de la portada y de el poema Amor del agua, que según nos contó,  fue el que en aquel momento, más impacto produjo en él.

Gracias Héctor por tan gratas palabras com-partidas. Espero conocerle en persona para obsequiarle un ejemplar de mi último libro: Cotrapesos y equivalencias.