M. A. L. Z.
No cabe duda, el fútbol es en Honduras no solo el rey de los deportes -sin corona pero con mucho guaro-, es también, para bien o para mal, el más destacado rasgo cultural de nuestra incultura. En Honduras, a un niño puede faltarle el biberón, más no la pelota de fútbol. Con buena gambeta y efectividad al ataque, cualquier ignorante asegura una butaca en el congreso nacional, se convierte en asesor presidencial o titular de alguna secretaria del estado; y vaya, son super efectivos metiendo goles en contra del pueblo.
Por el fútbol, acá se uniforman y nivelan iletrados y conspicuos intelectuales; discutiendo a tapazos, analizando con minucia las mejores estrategias de ataque y defensa a usar en cada confrontación deportiva. Unos y otros se ufanan de serle fiel o ultrafiel hasta la muerte, a un equipo nacional o extranjero que, en su fanática ceguera consideran propio, cuando en verdad, son ellos la rentable propiedad que genera pingües ganancias a corporaciones deportivas, a medios noticiosos especializados en dicho ramo y a los azuzadores de oficio (periodistas deportivos) que más temprano que tarde se suman a la pitanza politiquera, sin más mérito, que el merito bla, bla, bla.
Nada malo hay en disfrutar y practicar un deporte. No se puede cuestionar el entregarse con pundonor y buscar la victoria en cada contienda. Malo e imperdonable es permitir que el fanatismo deportivo y de otra índole, nos desligue y nos haga olvidar las vitales y prioritarias luchas cotidianas que debemos librar como individuos y miembros de una nación. Lo grave del asunto está en relegar el estudio y el trabajo por ocio improductivo, en confundir la pasión deportiva con el civismo patrio que nos obliga a contribuir, mediante un correcto comportamiento, al bienestar y al buen funcionamiento de nuestra sociedad. No es posible ni aceptable que el himno nacional se cante con más frecuencia y fervor en las canchas que en las escuelas, es lastimoso que se idolatre a una figura deportiva y se olvide o ignore a nuestros próceres, es terrible comprabar que la gran mayoría de individuos conoce e interpreta al dedillo cada regla del fútbol y es, al mismo tiempo, un analfabeta puro en materia de constitución y derechos ciudadanos.
Sigamos disfrutando del fútbol, pero no olvidemos jamás: que los verdaderos goles olímpicos se anotan contra la corrupción, contra las injusticias, contra el subdesarrollo, la pobreza y la violación de los derechos ciudadanos, que la cancha es solo un escenario de juego, que a la patria, nuestra fuente nutricia y plataforma de desarrollo,
se le defiende con todo, palmo a palmo, centímetro a centímetro.
¡Basta ya de tanto pateotrismo! Estamos llamados a engrandecer a Honduras, cumpliendo cada uno los deberes patrios y velando por el respeto de cada derecho ciudadano.