viernes, 30 de julio de 2021

Sin punto final.



Al Compa Alex Darío Rivera.

M. A. L. Z 

Que en esa línea caprichosa que nos toca explorar, siga Ud. despejando  códigos prisioneros entre signos de interrogación, colocando sus propios acentos, denotando con signos los grandes detalles que afloran a su paso, subrayando lo hermoso, esencial o valioso, pausando el avance y obligando a los otros al descanso relajador o indagatorio.
Siga, pues, mi buen amigo, desde la exclusividad de su Rivera, contándonos su embelesado relato, con suspenso,  pero sin punto final. 


miércoles, 28 de julio de 2021

No más pateotrismo.


M. A. L. Z.

No cabe duda, el fútbol es en Honduras no solo el rey de los deportes -sin corona pero con mucho guaro-, es también, para bien o para mal, el más destacado rasgo cultural de nuestra incultura. En Honduras, a un niño puede faltarle el biberón, más no la pelota de fútbol. Con buena gambeta y efectividad al ataque, cualquier ignorante asegura una butaca en el congreso nacional, se convierte en asesor presidencial o titular de alguna secretaria del estado; y vaya, son super efectivos metiendo goles en contra del pueblo.
Por el fútbol, acá se uniforman y nivelan iletrados y conspicuos intelectuales; discutiendo a tapazos, analizando con minucia las mejores estrategias de ataque y defensa a usar en cada confrontación deportiva. Unos y otros se ufanan de serle fiel o ultrafiel hasta la muerte, a un equipo nacional o extranjero que, en su fanática ceguera consideran propio, cuando en verdad, son ellos la rentable propiedad que genera pingües ganancias a  corporaciones deportivas, a  medios noticiosos especializados en dicho ramo y a los azuzadores de oficio (periodistas deportivos) que más temprano que tarde se suman a la pitanza politiquera, sin más mérito, que el merito bla, bla, bla.

Nada malo hay en disfrutar y practicar un deporte. No se puede cuestionar el entregarse con pundonor y buscar la victoria en cada contienda. Malo e imperdonable es permitir que el fanatismo deportivo y de otra índole, nos desligue y nos haga olvidar las vitales y prioritarias luchas cotidianas que debemos librar como individuos y miembros de una nación. Lo grave del asunto está en relegar el estudio y el trabajo por ocio improductivo, en confundir la pasión deportiva con el civismo patrio que nos obliga a contribuir, mediante un correcto comportamiento, al bienestar y al buen funcionamiento de nuestra sociedad. No es posible ni aceptable que el himno nacional se cante con más frecuencia y fervor en las canchas que en las escuelas, es lastimoso que se idolatre a una figura deportiva y se olvide o ignore a nuestros próceres, es terrible comprabar que la gran mayoría de individuos conoce e interpreta al dedillo cada regla del fútbol y es, al mismo tiempo, un analfabeta puro en materia de constitución y derechos ciudadanos.

Sigamos disfrutando del fútbol, pero no olvidemos jamás: que los verdaderos goles olímpicos se anotan contra la corrupción, contra las injusticias, contra el subdesarrollo, la pobreza y la violación de los derechos ciudadanos, que la cancha es solo un escenario de juego, que a la patria, nuestra fuente nutricia y plataforma de desarrollo,
se le defiende con todo,  palmo a palmo, centímetro a centímetro.

¡Basta ya de tanto pateotrismo! Estamos llamados a engrandecer a Honduras, cumpliendo cada uno los deberes patrios y velando por el respeto de cada derecho ciudadano.