domingo, 7 de septiembre de 2014

Los besos del agua.

Llueve copiosamente, para nuestra fortuna, no a cántaros ni a congeladas pedradas -¿quién soportar podría una agresión de este tipo?-, de darse algo así, se alteraría catastròficamente el sabio ordenamiento del sistema que preserva la vida del planeta.

Llueve con ternura despiadada, gota a gota, cariñosa y compasivamente.

La señora lluvia, llegó sin anunciarse, sin el fulgor intermitente de su mirada, sin el estruendo imponente de su voz, sin enmascarar, siquiera, la plenitud del horizonte. A medio sol,  a media sombra, cayó pausada y repentina sobre las sedientas superficies; y con sus redondos e infinitos dedos, dejó escuchar sobre los tejados la sinfónica tristeza de su canto

sábado, 21 de junio de 2014

Soldaditos de barro.

Ojos preñados de sobresalto,
endebles brazos de prematuros aleteos luchando contra lo inexplicable.

Rueda y cruje la osamenta del tiempo.
Llora y llora el niño ancianizado.

!Qué serio juego es la vida para el niño empobrecido!

Y en febril faena,
los eficientes moldes
destructores de esperanzas,
perpetúan la cosecha
de nuevas y antigüas cadenas.

viernes, 2 de mayo de 2014

Nadando en la Nada.

Si de la nada todo,
todo un día salió;
entonces todo es nada,
incluído yo.

Por eso nada tengo
porque nada soy.
Y teniendo en mí la nada
tengo y soy sin serlo,
el mismo Todo
que nada y nada,
en la nada del Todo

Marco A. Laínez Zelaya.

jueves, 23 de enero de 2014

La vita-lista.

Otro nombre más,
con broche de oro agregado
a la lista vieja de pensiones vitalicias.
Trátase de una vieja lista,
viuda de un General golpista.

Y el pueblo... ..
Con la alegría apuñalada,
acosado por los cuatro costados.
En la mira criminal de gatilleros
y gacetilleros bien pagados;
expoliado por nuevos impuestos y viejos impostores.

Y el pueblo....
Apaciguado o apanfilado con sermones e incienso de curas incurables.
Soportando el pe$o de los diezmos y el clamor creciente de los diezmados.
Esquilmado por pastores bien apacentados.

Y el pueblo....
Por ratos viviendo
y por rateros sufriendo,
a saltos comiendo
y a los asaltos temiendo

sábado, 11 de enero de 2014

Bailando con los recuerdos.

Las jovencitas no podían darse el lujo de bailar más de dos canciones seguidas con ningún varón, sin importar que se tratara de un serio pretendiente.
Para uno de hombre, bailar pegado con la novia formal o de "ojo", era el premio mayor de la semana, aunque lo único que se pegaba eran las manos y alguno que otro machucón de callos. Entre los dos bailarines, bien cabía la mismísima suegra bailando merengue. Y las chaperonas, no paraban de lanzar sus farolazos previendo cualquier aproximación peligrosa.
Eso quiere decir - apuntó Chema-, que no había chance de bailar tercio de leña, como hoy.
- !Ni lo quiera la virgen, cipote! Eso era para que todo el mundo señalara a la muchacha de ser una cualquiera. Por otro lado, eran prohibidas las salidas del salón o bailar a más de tres metros de donde se apostaba la cuidandera. Aunque a veces, por la polvareda que se levantaba y la débil luz de los candiles, surgían enredos o confusiones; sobre todo cuando se bailaba suelto. No quedaba una bailadora sentada, hasta las chaperonas aprovechaban a dar su caitazo.

El sol de las once se filtraba temblorosamente entre las copas de los almendros. Finas y delicadas, las espadas de luz penetraban en la quietud del agua y el suave movimiento de los peces salpicaba la oscura poza con contrastantes brillos diamantinos. Contemplando ese batallar de sombras y resplandores, Marino solía eventualmente  sumergirse en profundas y solitarias reflexiones, esta vez sin embargo, estimulado por la curiosidad de la cuadrilla juvenil, su esfuerzo indagatorio estaba enfocado hacia el profundo lago de sus recuerdos.

En cierta ocasión- dijo, retomando su relato-, andando yo de cachetes embarrados, bailaba a todo dar con una muchacha bien chula de Agua Fría. El vocalista del conjunto anunció que era la última tanda musical para cerrar la fiesta. No necesitaba decirlo, por la hora y el tipo de música que tocaban, ya uno sabía que la charranga estaba llegando a su fin. Empezamos a bailar una seguidilla de canciones, más conocida como ensalada. Sin pausa, tocaron unos cuantos boleros. Después, con redoble de timbales y un movimiento rápido de violines, lanzaron una ráfaga de cumbias. Han de saber que para ese tiempo, todas las casas tenían piso de tierra. A esa hora, la polvareda era ya insoportable. Cuando estábamos bailando la tanda de merengues, de los tres candiles  carreteros que medio iluminaban el salón, solo quedaban dos funcionando, el otro se había quedado sin gas, y a mí estaba por pasarme lo mismo también.
- !No creo que se iba a dejar hipar de la novia!- intervino Eloy.
No era para menos-respondió Marino-, yo no había parado de bailar desde que inició la fiesta y para colmos, ese día había jugado dos partidos en la cuadrangular de futbol de la feria.
-! Y así tuvo valor de seguir relinchando este hombre! - exclamó Neto.
- Ah, esperate que aún falta lo mejor. En medio de aquella polvareda, sueltan la andanada de rancheras: quirríngui, quirríngui, ringui, purrunga, purrunga, runga. Aquello era una locura. Pero yo, lo único que deseaba era que acabara todo para irme a la chingada grande a descansar. La pura hombría me mantenía en pie.
- ¿ Y la novia que tal se meneaba?- interrogó Eloy.
! Era como una sombra que no dejaba de agitarse, fresca como si tal estuviera bailando la primera pieza de la noche!
- A pues si, era cachimbona para bailar la muchacha -sentenció Chema.
!Si hombre! Esa mujer se hacía un nudo bailando. Doblaba el pecho hacía adelante y hacía atrás, sacudía el cuerpo con un temblor de pavo real enamorado. Se agachaba, se levantaba dando un brinco, giraba en la punta de una pata, y yo, angustiado, haciendo nada más la mampara. Sinceramente les digo, sentía que me desmayaba. Estaba deshidratándome. Sudaba más que un hornero salinero. Era un sudor espeso, pegajoso y mal oliente. La escasa luz y la nube de polvo ya no permitían reconocer a nadie por más cerca que estuviera.

Cuando empezó la famosa Raspa, yo apenas me movía, arrastraba los pies rogando que terminara el martirio. Pero la sombra que tenía de compañera, !seguía balanceandose a lo lindo!  Yo no me explicaba de donde sacaba tanta inspiración y energía, si al comienzo de la dicha ensalada me había comentado que ya se sentía cansada.

Sonó por fin la última nota musical de la noche. Salí arrastrando los pies, avanzaba entre agradecido y humillado. Callado, seguí rumbo al corredor del salón con la bailadora siguiéndome agarrada de mí cinturón. Me llamó la atención ese gesto de confianza, nunca antes lo había hecho, al menos conmigo.

Respirar el aire fresco de afuera fue toda una bendición para el desgano y entumecimiento que sentía. Pero el alivio me duró poco. Cuando llegué al primer puesto de ventas que había en el corredor, mi acompañante, con voz irreconocible y en tono sugerente me susurró al oído: si gusta, podemos ir a descansar un rato a mi casa. Sorprendido ante la inesperada propuesta, giré mí cuello, y entre la amarillenta luz de los candiles, me encontré con la sonrisa desdentada de una viuda recién llegada a la aldea.
- ! Híjole que susto! Y ¿ que hizo entonces uste?
- Con la excusa de estarme reventando de las ganas de orinar, logré escabullirmele.
- ¿ Y quihubo de la tal novia?- consultó finalmente Chema.
!Va pues! Es lo mismo que todavía me estoy preguntando.

Marco A. Laínez Z.

miércoles, 8 de enero de 2014

De la belleza, un pelo.

Palpita la belleza a nuestro alrededor. Nos envuelve en transparentes vestiduras, nos arroba con sus cantos y aromas, nos habla en silencio desde el ayer; nos inspira, nos persuade a proseguir en el camino.

Sin edad,  sin exclusividad de formas se nos anuncia y presenta: con nubial figura nos seduce, nos invita a perpetuar la vida. Con voz prudente y sabia nos guía desde la añejada e incondicional lealtad de nuestros padres.
Fluye y refluye en la luz de un justo ideal, en el desinteresado altruismo, en la comunión del trabajo honesto, en la hermandad alegre o dolorosa, en las doradas victorias libradas contra la ignorancia y el fanatismo irracional, en el estrechón sincero de los amigos, en la sabia ingeniería del perdón reconstruyendo puentes de humanismo.

Belleza es también, contemplar la germinal inocencia de una vida que amanece, o la resignación valerosa del que marchándose, se queda para siempre a vivir entre nosotros.

miércoles, 1 de enero de 2014

Festejando la vida

Me incomoda marcar fechas y horas determinadas,
para celebrar.
Mayor es mi molestia
si se agrega a esto,
una fórmula o protocolo a seguir.

Abiertas dejo mis puertas; desordena, dispuesta y hospitalaria mi casa, para festejar con sencilles la vida.

Venid pués, rompamos los moldes de estrictos civismos.

Quebremos a carcajadas los cristales del tiempo.
Que ningún  círculo nos impida explorar la incertidumbre.
El calendario es una cárcel de papel, y la cronología, sus grilletes.

Tiremos al cesto de lo absurdo los refinados urbanismos:
que ningún color nos uniforme,
que nuestro saludo,
en vez de consabido pregón, contenga la sorpresiva  magia  de una palabra o un gesto irrepetible y sincero.

Salgamos por un rato a dibujar con huellas,
rutas de aventura sobre  la arena,
y en loca carrera, permitámosle al viento restaurar la libertad de las cabelleras.

Dancemos sin movimientos pautados.
Enunciemos con naturalidad nuestra verdad.
Como los pájaros,  festejemos sin guiones la alegría de sentirnos vivos