Ambos nacidos en la región centroamericana, uno en Honduras, el otro en El Salvador.
Los dos llegaron a convertirse en prominentes cabecillas de su grey católica.
Bautizados fueron con el nombre de Óscar. Y aún más, sus siglas son idénticas: O. A. R. Correspondientes a Oscar Arnulfo Romero y a Óscar Andrés Rodríguez.
A pesar de las raras coincidencias que encontramos entre estos dos líderes católicos, no podemos obviar los estilos diametralmente opuestos con que cada uno de ellos ha interpretado y llevado a la práctica su misión evangelizadora.
Monseñor Romero se caracterizó por su continuado y cercano contacto con los pobres y oprimidos de su nación, fue un indiscutido campeón defensor de los derechos humanos, apostolado que acabó convirtiéndolo en un mártir de las causas sociales justas.
Entre tanto, el cardenal Rodríguez, ha apostado a jugar cada vez con mayor notoriedad, un rol de apaciguador ( o falso pacifista) de los clamores populares. Se complace en comparecer periódicamente ante los medios noticiosos para desacreditar los más legítimos reclamos populares y justificar sutilmente las imposiciones y abusos gubernamentales.
Bajo el tapete de sus suntuosos altares, asoman, cada vez con mayor desfachatez, los cuantiosos y verdes estímulos que enervan su léxico antipopular.
Los dos llegaron a convertirse en prominentes cabecillas de su grey católica.
Bautizados fueron con el nombre de Óscar. Y aún más, sus siglas son idénticas: O. A. R. Correspondientes a Oscar Arnulfo Romero y a Óscar Andrés Rodríguez.
A pesar de las raras coincidencias que encontramos entre estos dos líderes católicos, no podemos obviar los estilos diametralmente opuestos con que cada uno de ellos ha interpretado y llevado a la práctica su misión evangelizadora.
Monseñor Romero se caracterizó por su continuado y cercano contacto con los pobres y oprimidos de su nación, fue un indiscutido campeón defensor de los derechos humanos, apostolado que acabó convirtiéndolo en un mártir de las causas sociales justas.
Entre tanto, el cardenal Rodríguez, ha apostado a jugar cada vez con mayor notoriedad, un rol de apaciguador ( o falso pacifista) de los clamores populares. Se complace en comparecer periódicamente ante los medios noticiosos para desacreditar los más legítimos reclamos populares y justificar sutilmente las imposiciones y abusos gubernamentales.
Bajo el tapete de sus suntuosos altares, asoman, cada vez con mayor desfachatez, los cuantiosos y verdes estímulos que enervan su léxico antipopular.