M. A. L. Z.
No puede llamarse país a una simple delimitación territorial, si los allí nacidos, ni lo poseen ni lo heredan ni gobiernan; si viven en él, como inquilinos o extranjeros en su propia casa, si contrario a decidir por si mismos su destino, son forzados a obedecer leyes impuestas por una minoría nacional usurpadora o, por la velada o abierta voluntad extranjera.
La dignidad de un país se adquiere cuando sus hijos poseen y disfrutan por igual, el pleno ejercicio de sus derechos ciudadanos. En tal sentido, la impune y continuada violación de estos derechos degrada la condición de los oprimidos a simples vasallos, que con su tributo diario de sudor y sangre sostienen a la privilegiada élite dominante.