domingo, 3 de septiembre de 2017

Hablando con sinceridad

Marco Aurelio Laínez Zelaya

Tal como el amor, la verdad, la honestidad y otras deseables conductas; la sinceridad deben empezar en nuestra forma de ser.
Siendo sinceros con nosotros mismos, comenzaremos reconociendo nuestras fallas. Esa apertura posibilita no solo la auto corrección, sino que además, evita el estancamiento en que cae quien a toda costa procura justificar lo propio. Si ese entendimiento es profundo, ganaremos además, un mayor grado de comprensión y tolerancia hacia los demás.

Dirigida hacia los otros, la sinceridad es muy efectiva creando lazos de amistad.
La palabra sincera puede no ser cierta, pero jamás irá cargada de engaño.
La máxima expresión de sinceridad se alcanza aunada a la prudencia. Sin este ingrediente adicional, solemos caer en el triste papel de sinceros despiadados. Hay verdades terribles que dejadas caer sorpresivamente sobre ánimos débiles, arrasan, aniquilan. De ahí, que sin perder la sinceridad, debemos aprender a dosificar las verdades que expresamos, sin dar cabida ni siquiera a las llamadas mentiras piadosas.

En las personas sinceras, hasta los silencios pregonan verdades irrefutables.