miércoles, 21 de junio de 2023

De civilón a civilón. ¡Qué padre, mijo, qué padre!


M. A. L. Z.

Con esa expresión tan mexicana, te envío hasta Querétaro, toda la alegria que me provoca, querido hijo; verte avanzar con buen suceso, en procura de los objetivos profesionales, personales y familiares que te has propuesto. 

Cuando se tiene hambre de superación y se acometen los más caros objetivos con disciplina, esfuerzo y perseverancia; las recompensas pueden demorar; pero nunca faltarán a la cita de quien con todo fervor las busca.

Como tantos miles de hondureños, has tenido que buscar en otras latitudes las oportunidades que en tierra propia resultaron esquivas. 
Recuerdo, como si fuera ayer, cuando después de haber egresado de la UNAH, convertido en Ingeniero Eléctrico, buscabas con ansias tu primera oportunidad laboral. Con un rimero de currículum vitae fuiste tocando las sordas puertas de una y otra empresa, sin recibir ninguna esperanza creíble de trabajo. Con el paso infructuoso de las semanas y los meses, te escuché decir de nuevo aquellas desesperadas palabras que las carencias te obligaron a decirme telefónicamente cuando apenas empezabas tu carrera universitaria: papi, mejor ayúdeme a irme para los Estados Unidos, así, entre los dos, sacamos adelante todas las obligaciones y le damos el estudio a estas cipotas (hondureñismo : niñas). 
Mi respuesta fue tajante: por ningún punto, hijo. Con la ayuda de Dios, de una u otra forma saldremos adelante. Ni tú ni ninguna de mis hijas se vendrá para acá a servir de peones. Quiero que me prometan y se prometan a ustedes mismos que seguirán sus estudios hasta culminar con la universidad. Yo no les prometo ni lujos ni más dinero que el necesario para sobrevivir y seguir preparándose. Este es un sacrificio compartido entre todos. Tomen lo poco que les envío, tal cual es, una pequeña beca estudiantil. Como en aquella ocasión, se me humedecen los ojos al recordar tu firme respuesta: gracias, papi, le prometo que así lo haremos todos. Y así lo hicieron .

Otro momento crucial en tu camino profesional se dio precisamente cuando aún en búsqueda de empleo, me llamaste para consultarme o más bien, proponerme la idea de incorporarte al ejército de Honduras. Me contaste que por ser profesional universitario, entrarías con un sueldo inicial de doce mil lempiras (us$500), gozando de un buen seguro médico y de vida, y además, con el grado de subteniente. Te escuché y te sentí muy entusiasmado contándome de aquella primera oportunidad real de trabajo que se abría a tu paso. Intuíste, y lo hiciste bien: mi prolongado silencio ante tu relato, no parecía estar de tu lado. Preguntaste, entonces, ¿qué piensa sobre esta oportunidad, papi? 
Una sola palabra de aprobación de mi parte en aquel momento, hubiese cambiado el rumbo de tu vida. Seguramente, hoy serias más conocidos de lo que eres y te llamarían Coronel o General, Javier Laínez. Pero no. Te pedí nuevamente más paciencia y sacrificio. Ya llegará otra oportunidad mejor, hijo. No concibo, te continué diciendo, un hijo mío al servicio de una institución cuya especialidad es matar seres humanos. Argumentáste, entonces,  que tu cargo sería de índole administrativo, no ligado directamente al uso de las armas. Si, te dije, pero no dejarás de ser un eslabón o engranaje más de esa maquinaria de muerte. 

¡Qué padre, mijo, qué padre! Te quedaste por mi culpa siendo un simple civilón. Un día de tantos, Victor Hugo, tu primo y colega de profesión te dio la buena noticia: en la empresa de telecomunicaciones donde él trabajaba, estabán buscando profesionales para extender la cobertura de sus servicios. Te aferraste con todo a esa oportunidad y con la experiencia ganada, no dudaste en explorar más a fondo esa misma 
ruta alterna, que fue de a poco ampliándose hacia los pueblos andinos. Nada difícil es rastrear tus pasos por Chile, Bolivia y principalmente, Ecuador, donde el encanto femenino te obligó a cambiar de residencia y fundar una bonita familia, de doble nacionalidad. 

¡Qué padre, Javi, qué padre! Verte triunfar  internacionalmente en la difícil carrera de las telecomunicaciones, avalado por tu humilde título de la UNAH, tu maestría en finanzas y tu prestigiosa certificación como PMP Project Management Professional, respaldada por el Proyect Management Institute. 

Y como colofón temporal de esta alegría que me contagia, te veo incursionar ahora, como instructor internacional en el evento "Proyect Management Competence Enhancement Training " llevado a cabo esta semana en Querétaro, México, con la asistencia de más de 75 participantes de toda Latino América.

Congratulaciones, hijo. Felicidades, de civilón a civilón.