jueves, 26 de diciembre de 2013

Jugando limpio con las manos sucias

La imposición de José O. Hernández como nuevo presidente de Honduras, es un hecho del que a estas alturas nadie debe dudar. Igual certeza debemos tener sobre la fraudulenta y criminal forma en que ha sido electo.

El que lleguemos a esta triste conclusión, no significa por ningún punto, que nos pleguemos armoniosamente con la ilegalidad de su nombramiento. No, es sólo una ponderación objetiva de la situación real en que se desenvuelve la Honduras de hoy, controlada por un gobierno hegemónico y dictatorial.

El investimiento de JOH como nuevo presidente, es sólo el epílogo de un drama escrito anticipadamente por guionistas extranjeros, y financiado con fondos nacionales y transnacionales.

Salvados los últimos bloqueos económicos y diplomáticos que enfrentaba, el gobierno pos golpista de Pepe Lobo, valiéndose de su mayoría mecánica en el congreso nacional, se dedicó a hacer y  deshacer a su antojo y conveniencia, las estructuras claves de los tres poderes gubernativos. Sobre éste andamiaje, la emisión y aplicación de leyes, el nombramiento y la destitución de funcionarios, serían, como en verdad lo fueron,  jugadas limpias con manos sucias para aferrarse al poder a costa y sacrificio de la voluntad popular.

El elenco de actores compro-vendidos copó cada una de las instancias del poder: el congreso nacional, la corte suprema de justicia, la policía, el ejército, el tribunal de elecciones, los medios masivos de comunicación, etc. Cada actor desempeñó a cabalidad su papel altamente remunerado. Unos, emitiendo leyes inconstitucionales, otros, interpretando y aplicando de manera viciada las leyes, aquellos otros, propalando falcedades a diestra y siniestra,  y éstos de más acá, sojuzgando a garrotazo y a balazo limpio, los reclamos justos de los justos. No podían fallar, los conpromisos asumidos y las espectativas de lucro eran enormes y de alto riesgo. Poco importaba para ellos, que consumados los hechos, la siempre liviana verdad, emergiera entre la inmundicia, denunciando a los cuatro vientos, la burda y sucia patraña jugada una vez más contra un crédulo y pacífico pueblo, digno merecedor de mejor suerte.