miércoles, 23 de noviembre de 2016

Cuasi humano.

Estimado Cuasimodo.

Han pasado más de veinte años desde aquel afortunado día que llegaste a la familia.  Te soy sincero, nunca imaginé que con tu poca agraciada figura supieras cumplir tan bien y por tanto tiempo, la difícil misión que te encomendé. Subestimé tu encanto. Y valiéndote no sé de qué armas secretas que escondes en tu joroba, mantuviste a salvo la alegría de aquella niña a quien te confié.  Pero , yendo más allá de tus deberes,  sin que nadie siquiera te lo insinuara, te convertiste también en su leal confidente. ¿Quién como tú para guardar el más preciado de los secretos?  Con el paso de los años, cuando la tristeza rebasa los diques de la inocencia infantil, ahogaste en ti sus sollozos y absorbiste  sus desconsuelos.

Muñeco amigo, el tiempo y su sostenida cabalgata ha raído tu traje y pronunciado la curvatura de tu espalda. Como tú,  llevo también marcas parecidas.  Viéndote, me siento cuasi muñeco y te presiento cuasi humano y verdaderamente hermano.